BIOGRAFÍA

- UNAS PINCELADAS - Nieves Hernández Sande

De una familia sin vinculación ninguna con el arte, nace en Gijón en 1937, Adolfo Bartolomé. En la calle San Bernardo tiene su primer domicilio. Tiempos difíciles de escasez, las familias pasaban muchas estrecheces, como para pensar en el arte.

De infancia inquieta y revoltosa, tenía varias aficiones por aquel entonces: Arriesgarse en Ia orilla del mar a coger alguna mojadura a escondidas de su madre que le regañaba por estropear las únicas botas que tenía. Bajar por el pasamanos desde un cuarto piso y seguido atravesar la calle sin mirar, correr por las calles para repartir alguno de los vestidos que su madre cosía y sobre todo montar a traya en el tranvía y contar los carterazos que le propinaba el revisor, siempre acompañado de algún chaval de su misma edad.

Adolfo BartholomeLa adolescencia le sorprendió con una desgracia: la muerte de su mejor amigo, que se precipitó desde un árbol en Begoña. Era un pago muy caro a sus correrías, en un Gijón tranquilo, sin coches por aquel entonces, sin aparente peligro.

Este hecho dio un vuelco a su carácter inquieto, causándole una honda impresión que condicionó el resto de su vida. Conoció la vulnerabilidad del ser humano y conformó un carácter más meditativo.

El azar llevó a Bartolomé a pasear por una alameda de árboles teñidos por el otoño. En aquella soledad de Gijón encontró a un pintor de domingo que había anclado su caballete en medio del paseo; y la magia con la que traducía aquel paisaje a su lienzo, dejó boquiabierto al joven. Esa impresión perduró en él mucho tiempo y cada momento libre lo dedicaba a experimentar manchando pequeñas tablas que conseguía aquí y allá, luego lienzos, hasta conseguir su primer caballete, que es cuando se dio cuenta que quería seguir para siempre este camino. Ser pintor.

Dura lucha familiar la que tuvo, al plantear tan iniciativa a sus padres. No eran tiempos para ser artista, había muchas necesidades básicas por cubrir. Para él tenían otros planes, por su buena caligrafía, lo veían con un futuro en alguna entidad bancaria, haciendo asientos.

A pesar de todas las dificultades y con gran convicción, empezó a frecuentar la Agrupación Gijonesa de Bellas Artes, y como era el más joven siempre iba aprendiendo un poco de los demás, a base de constancia y mucha ilusión.

Después de salvar muchos escollos y a una edad muy temprana, consigue una beca de la Excma. Diputación de Asturias que le permitió marchar a Madrid. Así comenzó su larga etapa de formación.

Con escasos medios económicos, sobrevivia en un Madrid lleno de bulevares y grandes casonas, en el que podia caminar tranquilamente y no existía la prisa. Lo recorría de parte a parte caminando hasta gastar las suelas de sus únicos zapatos que reparaba con cartones.

PRESENTACION DE EXPOSICION DE ADOLFO BARTHOLOME EN MUSEO BARJOLA

El Círculo de Bellas Artes, El Casón del Buen Retiro y la Escuela de Bellas Artes fueron su cobijo, en una ciudad que sobrepasaba con mucho el tamaño de su Gijón natal, y que le sorprendía cada día con algo nuevo. Los inviernos eran muy fríos y las comodidades muy escasas.

El Prado era su segunda casa, allí descubrió la verdad de la pintura desde la humildad de un novato. Se llevaba para su pensión fuertes sensaciones vividas ante los cuadros de Patinir, Zurbarán y como no, Goya, Velázquez confiesa Bartolomé que algunos lienzos deben de tener las huellas de sus dedos, como Las Meninas que le impactaba por el ambiente polvoriento de la estancia.

En la Academia de Bellas Artes acudía a todas las especialidades, pintura, dibujo, escultura, grabado, descubriendo la magia de cada disciplina. Trabajaba intensamente, deseando incluso que no existieran los fines de semana que le interrumpían el ritmo y le privaban de estar en las aulas.

Lejos de los suyos la soledad era grande, en aquella “pensión de la sola taza”, en la que había que hacer turnos para desayunar. Pero todos los huecos fueron ocupados por el arte. Trabajaba días enteros había mucho por hacer, y el recorrido era largo.

Consigue la Beca de Paisaje de la Fundación Rodríguez Acosta de Granada que le ayudó a descubrir otros colores, otras luces.

La Excma. Diputación de Asturias le concede la Beca de Mérito de las Bellas Artes para ampliar estudios en Londres. Etapa dura y de mucho trabajo.

Realizó con éxito sus primeras exposiciones, y fue apoyado por otra beca del Gobierno Francés para ampliar estudios sobre grabado con el gran maestro Loubrié en París, de la que sacó mucho provecho, Y que se tradujo en importantes premios con posterioridad por su gran técnica, como el Premio Kartos en la Bienal Internacional de Florencia y Premio de honor en el XV Salón Internacional de Grabado de Madrid.

Así fue andando por una larga vereda que le llevó a Roma. Había ganado la plaza por oposición, consiguiendo al final el Gran Premio de Roma. Allí completó su formación a fondo, viajando por toda Europa y absorbiendo todos los conocimientos en arte que se ponían ante sus ojos. Fueron años de intenso trabajo en los que el Estado Español, le exigía responder a Ia beca concedida, en todas las disciplinas artísticas, en las que debía mostrar en amplio manejo de cada técnica. Permaneciendo en Italia por largo tiempo. De vuelta a España es requerido para impartir clases en la Escuela Superior de Bellas Artes de Madrid, sin abandonar su actividad expositiva en Ia que fue galardonado con importantes premios de pintura, como el Premio Nacional de Bellas Artes, Premio enla Bienal internacional de Alejandría, Medalla de Oro en la Bienal de Asturias etc.

Es nombrado Académico Correspondiente por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid. Pasados todos estos años, Bartolomé siente el deseo de volver a Asturias. Necesitaba todo ¡su tiempo para dedicarlo a su actividad creativa. EI interés por su obra había crecido y, tanto coleccionistas particulares, como entidades bancarias y empresas, adquirieron obras y se interesaron por su trayectoria.

Decidió por entonces edificar su estudio en pleno campo, donde se empapó del colorido de los otoños y del verdor asturiano. Estos ingredientes, a los que añadió la soledad y el silencio, le llevaron a realizar una obra cargada de fuerza en la que la naturaleza y el ser humano son lo fundamental, a veces por separado y otras sumándose y siendo uno la consecuencia del otro.

Lo que nunca sospechó, que durante su retiro, conocería casualmente a Ia persona con quien compartiría el resto de sus días, formando una familia numerosa.

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Adolfo Bartholomé ~ Asturias. Spain ~ info@adolfobartholome.com